Atención estación en curva: Reflexiones en el metro
La verdad es que llevo más de un mes viviendo en Madrid, y no he actualizado el blog. En principio por pereza, pero principalmente porque no tenía una conexión desde la que ejercer tal acción. Ahora mi empresa me ha proporcionado una tarjeta UMTS, a través de la cual intentaré retomar esto. En cualquier caso, uno se pasa un rato diario en el Metro de Madrid (que menos mal que mi línea es de las que vuelan, que hay otras que más bien se arrastran...) y, como aún mi nivel de metro no es suficiente, todavía no me llevo un libro. Así que me dedico a reflexionar acerca de la fauna urbana que utiliza el método de transporte más democrático de todos. Y digo lo de democrático porque en hora punta da igual tu color, raza o condicición sexual o económica, que vas a ir igual de apretujado y percibiendo los maravillosos olores de la humanidad.
Cuando el metro no va tan lleno, se puede distinguir una raza especial de gente en el metro. Los profetillas. Son gente que se suelen bajar en el final de trayecto (Moncloa en mi línea) y que, a medida que se acerca tal parada, van avanzando a lo largo de los vagones aproximándose al punto óptimo de cercanía de las escaleras mecánicas.
Así en el mismo momento que se abren las puertas pueden ser los primeros en llegar arriba, al torno y, posteriormente y tras una pequeña carrera a la calle, y, curiosamente a la parada de autobús a la que, un par de minutos después, llego yo. Y es que con tanta velocidad, les cuesta abrir lo que viene a ser la puerta de salida del metro, que por cierto pesa como una hijadeputa. Y entonces la escapada se ve neutralizada por el pelotón, que es muy numeroso. Porque otra cosa no, pero Madrid es una carrera constante.
Cuando el metro no va tan lleno, se puede distinguir una raza especial de gente en el metro. Los profetillas. Son gente que se suelen bajar en el final de trayecto (Moncloa en mi línea) y que, a medida que se acerca tal parada, van avanzando a lo largo de los vagones aproximándose al punto óptimo de cercanía de las escaleras mecánicas.
Así en el mismo momento que se abren las puertas pueden ser los primeros en llegar arriba, al torno y, posteriormente y tras una pequeña carrera a la calle, y, curiosamente a la parada de autobús a la que, un par de minutos después, llego yo. Y es que con tanta velocidad, les cuesta abrir lo que viene a ser la puerta de salida del metro, que por cierto pesa como una hijadeputa. Y entonces la escapada se ve neutralizada por el pelotón, que es muy numeroso. Porque otra cosa no, pero Madrid es una carrera constante.
2 comentarios:
gran seccion...
Hola! a mi lo que más me llamó la atención la primera vez que llegué a Madrid, no fue el ver una gran ciudad monumental, fue lo rápido que se ponen rojo los semáforos de peatones! Con lo acostumbrada que estaba a cruzar tranquilamente, cada vez que cambiaba de acera para mi era hacer un sprint. Y lo de los trasbordos de metro aún no lo llevo bien!
Publicar un comentario