lunes, 27 de octubre de 2008

Una cita

No soy muy aficionado a decir citas, pero hay algunas que me gustan especialmente, y esta es una de ellas. Es un proverbio árabe:

"Siempre es mejor encender una luz, que maldecir la oscuridad"

Pues eso.

Mandingo Vs el efecto Oye

Cuando uno lleva ya un tiempo en el mundo de los telecos se da cuenta de que existe el llamado Efecto Oye. Uno ya está acostumbrado a que le hagan peticiones de "oye, que mi internet no conecta bien", u "oye, mi móvil no funciona", pasando por los típicos "oye, que mi ordenador no arranca" y el "oye, no se ve la tele", o incluso el "oye, mi mulita tiene un antifaz" pero el mejor que me he encontrado es el "oye, que en mi casa se oye mal el teléfono y, como es nuevo, creo que es culpa de las líneas telefónicas,, que se pusieron hace más de 20 años. No podrás ¿arreglarlo?"* (os lo juro). Debe de ser por la afinidad con la electrónica en sí, o porque inducimos un miedo aterrador en todos los artículos electrónicos (Dios, un ingeniero, socorroooo!!!) pero, al final, la verdad es que casi siempre consigo arreglar todos los artículos del efecto oye.
A veces me lleva más, a veces me lleva menos, y algunas veces recurro al que más sabe de estas cosas en el mundo mundial, el tito Google. Pero sobre todo, uno está acostumbrado a que se lo diga la gente que le conoce. Un amigo, un conocido, tus padres... sin problemas, (no me entendais mal, no me quejo de que me pidan ayuda, estamos para ello) comprendes que ellos saben a que te dedicas y por tanto suponen que, automaticamente debes de saber cómo cambiarle el politono al móvil aunque la mayor parte de las veces no tengas ni idea, y no sea más que intuición.
Pero hoy he sufrido un Efecto Oye que me ha llenado de inquietud. No por el efecto oye en sí, sino porque ha recurrido a él mi frutero. Y es que no puedo dejar de preguntarme cómo carajo ha sabido mi frutero a qué me dedico, si, que yo recuerde, jamás le he hablado del qué me dedico. Siempre me queda la esperanza de que al haberme visto con el MP3 le haya venido la inspiración o de que lo intente con todos los clientes menores de 30 años. O eso, o quizá tenga que cambiar de desodorante porque el mío apeste a plástico de portatil... En cualquier caso, no he conseguido arreglarlo. Y el tito google tampoco me ayuda. El muy bastardo.

* Mi primer amago de respuesta fue un "sí claro, ahora mismo llamo al ayuntamiento, le pido que me abra las aceras, compro dos o tres kilómetros de cable de cobre telefónico, recableo tu casa hasta la central telefónica, me cuelo dentro, sigo tirando cable hasta la matriz de conmutación, te pincho en ella, y después de eludir a la policía me vuelvo a tu casa y lo pruebo, no te jode..."
Simplemente me llevé la mano a la cabeza, suspiré, y le dije que no, que no podía.

lunes, 20 de octubre de 2008

Las fotos graciosas de Italia.

Sirva para poner en este post las fotos que tengo del peluche de cálico que mis amigos tuvieron a bien regalarme por mi cumpleaños, y que yo decidí llevarme en un arrebato para hacerle unas cuantas fotos en los sitios más emblemáticos de Roma. Con eso dejo cerrado el viaje a Roma... Ahí van...


In Piazza San Pietro (Vaticano)

En Piazza Spagna


En la fontana de Trevi

Interior de los museos Vaticanos



Intentando no acabar devorado por un león


Vigilando nuestra habitación


En el Foro Trajano


Frente al arco del Foro Trajano


Oteando desde su atalaya


En la colina del Foro Trajano


Visitando el Coliseo


Comprobando a ver si era un tío sincero. Sobrevivió a esta última también.

Día 5: La búsqueda de la Via Apia

Por fín, el último día por Roma, el más esperado. Como ya habíamos visto casi todo, pues nos decidimos a visitar un lugar más o menos emblemático de los romanos: La vía Apia.
Distancia recorrida: 20Km

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Amanece con el miedo a la lluvia, y la necesidad de ir a comprar regalos para la familia. Sin embargo, decidimos acercarnos a la Vía Apia, una de las vias de entradas a Roma más importantes. Además se dió la circunstancia que carecíamos de mapa o cualquier información (o eso creíamos por la mañana), pero sí sabíamos que existía una Via Apia N uova. Así que con nuestro razonamiento lógico decidimos que la Via Apia Nuova debían de estar muy cerca y converger a la fuerza. Y nos pusimos en marcha.
Para llegar a la Vía Apia Nuova debíamos de pasar por la catedral de Roma, San Giovanni in Laterano, donde además teníamos entrada gratis al museo, pues pertenecía a los museos vaticanos. San Giovanni es una catedral como Dios manda, osea grande. Vale que no es tan grande como San Pietro, pero la verdad es que impresiona bastante. El museo, pues sinceramente no merece la pena. Basicamente porque te obligan a hacer una visita guiada a cosas papales sin demasiado interés, y te hacen perder tiempo a lo tonto. Pero era gratis, así que picamos.


La catedral romana.


A la salida del museo empezamos a andar, y a andar y andar por la vía Apia Nuova, buscando cualquier cartel que nos redirigiera a la Via Apia Antiqua. Y avanzamos avanzamos, hasta el número 600 de la Vía Apia. Ya pasamos la última parada del metro. Momento en el cual empezamos a pensar que esto estaba a tomar por saco del centro. Además Fer tenía que ir a comprar regalos, y se produjo EL CISMA. Fer decidió que seguir buscando una vía romana no merecía la pena si no era capaz de volver a casa con un saco de regalos para su familia, y llegada la hora, decidió volverse para el centro. Yo estuve tentado de volverme, pero ya que había andado chopocientos kilómetros buscando la Via Apia Antiqua me sabía un poco mal volverme. Así que Fer se dió la vuelta y los demás seguimos caminando. Ya preguntamos a unos viandantes, y nos dijeron que nos estábamos desviando de la vieja, pero que todavía había una calle que las comunicaba. Así que por ahí nos fuimos. Y seguimos avanzando, con mis contínuos cuando llegamos y con una sudada espantosa, porque además el día era soleado y caluroso.
Por fín, llegamos a la Vía Apia Antiqua. Vimos un par de sitios más o menos curiosos, con las ruinas de un Duomo (y gratis... que curioso) y emprendimos el camino de vuelta por el empedrado "original" de la Vía, porque habíamos quedado con Fer a una hora en la otra punta de la capital italiana. Y volvimos, y volvimos, y, cuando cansados de andar, preguntamos en información y turismo por la frecuencia del autobús que nos llevaba al centro, la respuesta fue algo así como "más o menos cuando le da la gana". Desanimados seguimos caminando y caminando, hasta atravesar nuevamente las puertas de la muralla que delimita la urbe.


Chicos, volvemos a la civilización. Rodrigo, deja de trepar el arco...


De ahí a las termas de Caracalla, y seguimos avanzando hacia la Piazza Nabona, nuestro lugar de encuentro. Y ya que estábamos por allí aprovechamos para ver un par de Tizianos que se nos habían olvidado el día anterior. Después de acabar con practicamente todos los puntos interesantes de la que otrora fuera capital del mundo, fuimos a buscar souvenirs.
La verdad es que la búsqueda de souvenirs es muy complicada. Entre los que son cutres y los que son feos, uno no tiene tantas cosas que elegir. Al final sólo traje un libro de cocina para mi madre, un rosario para mi abuela, un llaverito para tata, y para decorar mi habitación unas señales de tráfico de esas que daban con un coleccionable, y que ví en un kiosko unos días antes.Cabe destacar el calendario de los curas más apuestos, que se compró Rodrigo tras mucha cavilación, y que nos dió bastantes momentos de risas.


Como me pone Mr. Marzo.... uhmmm....

Y nos volvimos al hostal, a hacer la maleta, y cenar por última vez en la trattoria que se resistió a darnos de cenar los primeros días. Posteriormente descubrimos que yo tenía un mapa doblado y guarrete en el que explicaba cómo llegar y qué ver de la vía Apia. Unas miradas asesinas me indicaron que la próxima vez yo también debería de mirar los mapas de cuando en cuando...
La distancia recorrida viene a ser más de 50Kms. No está mal... otra cosa no, pero podemos decir que nos pateamos Roma...
El día siguiente ya más tranquilos nos fuimos al aeropuerto, y vuelta a casa. Tranquilamente.
En definitiva unas vacaciones interesantes, con bastantes anécdotas, aunque al no haber conducido por Italia hay algunas menos. Y es que el año pasado lo de conducir por Italia fue cuanto menos intensa...
Gracias chicos, el año que viene más...

Día 4: Villa Borghese y lluvia para aburrir

Voy a ver si cuento las desventuras del penúltimo día por Roma, justo antes del episodio de la búsqueda de la vía Apia, lo que todos estais esperando...
Distancia recorrida aproximada: 7 Km (por la mañana)

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Amanece oscuro. Muy oscuro. El día pintaba mal, lluvioso cuanto menos. Pero esto no nos desamina, pues hay que aprovechar los últimos días en Roma para acabar de ver todo lo que se tenía planeado.
Mirando el cielo con temor a la lluvia, nos encaminando andando hacia La Piazza Spagna, que recibe su nombre por la presencia de la embajada española y es famosa por su escalinata que te lleva a la Iglesia de la Trinita del Monti.

La famosa Piazza de Spagna llena de guiris.
(Foto aportada por Fer)

Continuamos caminando hacia el norte, hasta llegar a la Piazza del Popolo, bastante famosilla también, y de ahí nos encaminamos a Villa Borghese, que está en medio de un gran parque en lo alto de una colina. Entramos a ver el museo de la Villa, que la verdad es que tiene varias esculturas de Bernini que hacen que merezca la pena pagar el dinero de la entrada (9€ quizá) aunque no te permitan meter la cámara de fotos.

La Piazza del Popolo.

Al salir estaba cayendo lo que no está escrito. Si llevábamos la mayor parte del día con un calabobos insistente, ahora ya era lluvia como Dios manda. Así que decidimos esperar a ver si escampaba, pero viendo que no, apretamos el paso al albergue y decidimos esperar a ver si por la tarde clareaba y podíamos salir otro rato.
Cuando escampó ya era bastante tarde (las 18 o así) así que dimos la tarde por perdida y nos acercamos al centro (nuevamente visitamos la Fontana de Trevi) para ver si podíamos hacer algunas compras de regalos y así tener más libre el último día. No hubo demasiada suerte.
Para cenar, volvimos a intentar la trattoria que se nos llevaba resistiendo un par de días, y para nuestra sorpresa estaba abierta. Así que entramos y cenamos, bastante bien, por cierto, y a un precio bastante razonable. (menos de 10€ por cabeza) A partir de ahí las cenas se hicieron allí.
Esperando que al día siguiente tuvieramos más suerte nos echamos a dormir un rato...

domingo, 19 de octubre de 2008

Día 3: Los museos capitolinos y el trastévere

Tercer día de nuestra visita a Roma, en la que nos íbamos a dedicar a ver los museos Capitolinos y el trastévere, que es un barrio al otro lado del tíber.

Distancia recorrida: 11 Kms

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Amanece como siempre, osea, demasiado pronto para estar de vacaciones. El día que nos espera no es quizá demasiado duro, a priori, claro, pues los museos capitolinos nos llevarán toda la mañana, y por la tarde deambularemos por el trastévere y el centro de Roma de nuevo, buscando nuevos rincones que sólo se descubren cuando se viaja sin rumbo y con mucho tiempo. y es que da gusto viajar así, con sólo un itinerario aproximado, que puede adaptarse a medida que el día avanza.
Empezamos por visitar la iglesia de San Pietro in Vincoli, iglesia donde se puede observar el impresionante Moisés de Miguel Ángel (gratis, pero para ver el moises iluminado tienes que echar 50 céntimos en una maquinita). La verdad es que la iglesia no estaba mal, pero cualquiera de las esculturas que pudieras encontrar dentro quedaba eclipsada por la magnificencia del Moisés.

Que quieres que te diga, a mi este agarramanos me da mal rollo...



He aquí el Moisés...

Una vez visitada la iglesia nos dirigimos hacia los museos capitolinos, muy cerca del foro de trajano que visitamos el primer día. Entrar en los museos vale unos 9€ pero hay unas cuantas esculturas que no podíamos dejar pasar, como son el espinar o la loba capitolina. Las fotos dentro del museo están permitidas, pero la ferrea vigilancia impidió que hicieramos fotos graciosas, que colgaré a su debido tiempo.
Una vez visitados los museos capitolinos pasamos a visitar el monumento a Vitorio Emmanuelle II (más conocido por los Andújar como la máquina de escribir) que es basicamente un monumento megalítico creado en honor del primer rey de la Italia unificada. Enorme y hecho de mármol, y, al parecer, sobre restos arqueológicos del foro. Pero eso da lo mismo, porque al fin y al cabo, se hizo en honor de un rey.... Y ya que estábamos por allí nos quedamos un rato mirando la manifestación que había organizada, y que le daba al tráfico romano un aspecto si cabe aún más caótico (y es que le tengo manía a los italianos cuando conducen por no respetar las mínimas normas de circulación, como ceder el paso antes de entrar en una rotonda, o respetar a los peatones en los pasos de cebra...)
Concluida nuestra visita a este monumento nos encaminamos hacia el Tíber, pasando antes por el barrio judío. Y es que debían de estar a fin de año o algo así porque estaban de celebración (yo eso supuse en Madrid cuando el día antes de irme estuve media hora oyendo fuegos artificiales) por lo que pudimos disfrutar de unos postres típicos judíos parecidos al mazapán, mientras comíamos a la orilla del río.
Después de comer empezamos a deambular por el trastévere, un barrio cuya visita es obligada. Y digo es obligada no sólo porque tiene alguna cosilla interesante de ver (como una iglesia) sino porque el paseo por sus calles te da la sensación de haberte ido a la Italia más profunda, y Mediterránea, a la Italia de la tranquilidad. Calles semi desiertas (quizá tuvo algo que ver el calor que hacía y que eran las 4 de la tarde) y todo como muy de película.
Saliendo del trastévere volvimos al centro romano, a vagar un rato por el centro, sin ningún objetivo concreto. Volvimos a la plaza Naboba, y volvimos a comer otro delicioso helado.

La Plaza Nabona

Nuestro paseo por el centro también supuso mi negativa a volver a pasar por la fontana de Trevi, por lo que tuvimos que andar rodeándola (si es que ya la tenía muy vista, y los dos días después también me tocaría verla casi seguro). En nuestro vagar, o quizá porque el jefe de la exploración (Rodrigo) lo tenía preparado creo recordar que visitamos la catedral del Papa Negro, que es el lider de los Jesuítas. La iglesia jesuíta es curiosa, relativamente austera en el exterior, pero un interios muy adornado de mármoles y oro.
Después de esto, vuelta al hostal y búsqueda de un sitio para cenar. Volvimos a intentarlo con la Ttratoria que estaba cerrada el día anterior, pero seguía cerrada. Y por no acabar en el restaurante italochino de nuevo, nos metimos en un restaurante que hacía esquina a nuestro hostal. La cosa pintaba sobre todo cara. Y se empezó a poner chunga cuando 45 minutos después de haber pedido 4 platos de pasta todavía no nos los habían puesto. Tras varias quejas a los camareros (que es que tarda mucho en hacerse la pasta, que ahora viene) nos traen unas exíguas raciones de pasta. Porca Miseria... pero qué me estás contando... Como castigo por su pésimo servicio y porque necesitábamos uno para hacer los bocadillos del día siguiente, en un arrebato de valor les robé un cuchillo de estos de untar mantequilla (lo hice por necesidad, no me juzgueis, sobre todo tú, tata....) escondido en el calcetín izquierdo. En realidad la idea era tomarlo prestado, pero os he de confesar que no sé que pasó con el cuchillo al final, yo seguro que no me lo traje, pero no recuerdo si al final lo devolvimos al restaurante o no...
Total que como Fer y yo teníamos todavía hambre (lo que come ese chico) nos fuimos a la pizzería de la esquina. Las pizzerías allí son ligeramente diferentes a las de aquí. Si aquí te cobran lo mismo sea cual sea la porción que te den (y en algunos casos la diferencia puede ser sustancial) allí las pesan y te cobran lo que deben de cobrarte. Después se equivocan al darte las vueltas, o al darte las pizzas que habías pedido (que casualidad se les olvidó meter un trozo en la caja, y devolvernos un euro). Menos mal que Fer estaba ojo avizor y protestó y protestó hasta que conseguimos que todo estuviera correcto. Cosas del sistema de educación italiano, supongo...